EL HIELO EN LLAMAS

En condiciones climáticas extremas y en un territorio abrumador y deslumbrante, vivimos la Porsche Ice Experience, que pone a prueba todo lo que crees saber de conducir. Fuimos a Montreal para comprobarlo en directo.

- EDUARDO VENEGAS

A ferro el volante con ambas manos, intentando estabilizar el auto sin conseguirlo del todo; los guantes me impiden ver mis nudillos, pero apostaría que ya se han puesto blancos, por la presión. La parte trasera del coche actúa de manera independiente y derrapa hacia fuera, contra mis esfuerzos. Dentro de la cabina, no puedo escuchar el ruido que hacen los neumáticos al intentar aferrarse a la superficie sin conseguirlo, pero mi mente hace el trabajo y recrea la misma sensación, lo que aumenta la adrenalina del momento. Cuando parece que pierdo por completo el control del vehículo, con el riesgo de que se estrelle contra una pared de nieve, bajo la cual lo mismo podría no haber nada que ocultarse una roca lista para frenar violentamente mi trayectoria, una voz me dice qué hacer. Serena, me dicta instrucciones claras y precisas para recuperar el control: “Suelta el acelerador… gira ligeramente el volante, menos de 90 grados… frena…”, y luego, contra todo lo que la lógica podría indicar, la voz grita: “¡Ahora acelera, acelera, a fondo!”. Pese a que pueda parecerme descabellado, la voz me transmite tanta confianza que decido obedecerla, así que hundo el pedal del acelerador hasta el fondo y, como por arte de magia, el auto endereza su camino, recupero el control y, con una maniobra espectacular, enfilo una recta a toda velocidad, dejando en el piso tras de mí el rastro de las llantas, que disparan una estela de nieve.

La secuencia anterior parecería sacada de una película de James Bond, de las sagas de Misión Imposible