AMA TU CUERPO

Aplicando el método de reparación japonés, Kintsugi, reflexionamos sobre la importancia de reconocer nuestras heridas.

- BEATRIZ VELASCO

Cuidarnos y querernos es nuestra primera responsabilidad.

En Orgullo y prejuicio, Jane Austen decía: "Nuestras cicatrices nos hacen saber que nuestro pasado fue real". Lamentablemente, en la era de los filtros y retoques digitales nuestra imagen se distorsiona en una de tez que parecería no tener poros, con pestañas abundantes y labios carnosos. "Estas falsas imágenes nos motivan a compararnos", apunta la psicoterapeuta Rocío Arocha Romero. El problema no sólo está en que compitamos, estamos cotejándonos con versiones irreales.

En la absurda búsqueda por llegar a la perfección hacemos de nuestra rutina diaria de belleza un complejo ritual de remedios para reparar lo que, en apariencia, está mal, obsesionándonos con lograr una piel intachable. Al respecto, “el escritor francés Marcel Proust tiene una gran frase: 'Dejemos a las mujeres bonitas para los hombres sin imaginación'”, cita Arocha, y parafrasea diciendo: "Dejemos a los individuos perfectos para las personas que no poseen pensamiento crítico".