MARAVILLAS SUBMARINAS

En un fragmento de su libro Secrets of the Octopus, una amante de los animales nos ofrece una perspectiva sobre esta "criatura extraña, hermosa y curiosa".

- SY MONTGOMERY

NO HABÍA CONOCIDO a alguien como Athena.

Medía un metro de alto a pesar de ser adulta, pesaba apenas 18 kilogramos y era peculiar en muchos otros aspectos. Podía cambiar de color y forma, probar sabores con la piel, salivar veneno, escupir tinta y moverse a toda velocidad impulsada por los chorros de agua que expulsaba de un sifón ubicado en un lado de su cabeza. Esto sin mencionar que era capaz de pasar su cuerpo invertebrado y guango por una abertura del tamaño de una naranja.

Su cabeza no coronaba su cuerpo, como la mía. Ese espacio estaba ocupado por una parte conocida como manto que contiene los órganos encargados de la respiración, digestión y reproducción. Su cabeza estaba donde podría estar el torso y su boca se encontraba en su axila.

Athena era un pulpo gigante del Pacífico, un Enteroctopus dofleini.

Nos conocimos en el Acuario de Nueva Inglaterra en Boston, cuando el acuarista principal Scott Dowd abrió la pesada tapa de su tanque y yo, de pie sobre un banco bajo, me incliné sobre el agua. Conmocionada, cambió de un marrón moteado a un rojo resplandeciente, al tiempo que derramó su cuerpo líquido fuera de su guarida rocosa. Uno de sus ojos plateados brillantes buscó los míos mientras sus ocho tentáculos emergieron borbolleando hacia la superficie para conocerme. Con el permiso de Scott, metí las manos y los brazos en aquella agua anestesiante a 8°C y la dejé envolver mi piel con sus suaves ventosas blancas.