ANTONIO Rubio Campaña

El reconocido periodista y docente, que con sus trabajos de investigación cambió (en varias ocasiones) el devenir de la historia política en España, nos habla del papel de la inteligencia artificial, los retos del periodismo frente al entretenimiento, y sobre el detrimento de lectura en los jóvenes.

- MAURICIO HDEZ. CERVANTES

Los primeros caracteres que Antonio Rubio (Melilla, 1951) tecleó dieron lugar en redacciones en las que el teléfono sonaba todo el día, había más varones que mujeres en la planti- lla, y los rostros se desdibujaban en medio de una flotante nube de tabaco. Eran los años setenta y España todavía no vivía en democracia.

El país vivía en vilo debido al terrorismo. Y el proyecto europeo de unidad económica y libre tránsito de personas estaba por llegar, y, no mucho más tarde, todo el mundo hablaría de España por una de las ediciones más recordadas de los juegos olímpicos, es decir, Barcelona 1992. Entonces, la referencia local del reporterismo extremo se llamaba Manu Leguineche: un reportero 'de raza', autor de clásicos del oficio como El camino más corto, y que en la víspera de su muerte muchos años más tarde, cuando la digitalización del periodismo ya era innegable, soltó la lapidaria frase: «el periodismo ha muerto». Pero para Antonio Rubio el periodismo estuvo y sigue más vivo que nunca.

Se dedicó a investigar, a leer, a preguntar, a patear las calles, y a entender que en política no hay enemigos pequeños. Su oficio le llevó a comprender que en la servilleta de un bar puede haber una pista para un gran reportaje, y que el periodismo puede ser tan glorioso como cruel. Uno de sus trabajos más laureados fue con el que destapó el caso de los G.A.L. (los Grupos Antiterroristas de Liberación), un equipo de sicarios pagados por el Estado para secuestrar y torturar a miembros de E.T.A. Otro fue el caso de Luis Roldán, exdirector general de la Guardia Civil acusado de corrupción, fugado en París y que el mismo Antonio encontró y entrevistó en la capital francesa. Ambas investigaciones trascendieron lo meramente periodístico y se convirtieron en notitia in crimins. Entre sus trabajos más recordados también destacan el de los atentados del 11 de marzo de 2004, y el del caso del padre Ellacuría.