"Sí, aquí Siqueiros..."

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- JULIO SCHERER GARCÍA

E In un principio experimenté un sentimiento de disgusto por la página escrita y pensé, inclusive, en modificarla o suprimirla. Pero volví sobre el tema.

¿Era exacto lo que Siqueiros me había dicho con tanta pasión? ¿Aquella página era realmente inicua? Reproduje la escena motivo de la discusión y otras similares. ¿Cuándo había dejado el pintor de comportarse en la forma en que lo describía? Sólo en casos excepcionales.

Inclusive cuando relataba hechos de su vida personal empleaba el tono grandilocuente.

Además, era imposible que cerca del polígono se congregara un auditorio que atendiera a sus palabras, pues nuestros encuentros se sucedían ante un vigilante que no hubiera permitido mítines de reclusos en torno de Siqueiros ni de ningún otro cautivo.

Pero hay más: allá lejos, a la crujía de los ferrocarrileros, no llegaba la voz del pintor. Ni a esa crujía ni a ninguna otra. ¿Entonces? Volví sobre mis pasos. No estaba en mal camino. Siqueiros es grandilocuente venga o no al caso. A Siqueiros le basta un espectador, uno solo, para empezar a crecer, a agigantarse. Siqueiros no mira tanto al auditorio, como a sí mismo. Siqueiros admira su propio mundo, su mundo interior.