A SU AIRE NAVEGANDO POR EL ASFALTO

De carácter modesto pero con un nombre que evocaba el ilustre pasado de los deportivos italianos, el Barchetta se convirtió en un icono para quienes valoraban el diseño y la diversión al volante.

-  Karam el Shenawy

En los 90 los 'roadster' empezaban a resurgir y desde Turín se decidió recuperar un término italiano ligado a los grandes deportivos de competición: así nació el Barchetta.

K. el Shenawy, AUTO BILD

UNA DÉCADA SIN LANZAR UN DESCAPOTABLE es mucho, demasiado quizá. Una frase que hoy en día podríamos decir que hemos normalizado pues los Cabrio brillan, desafortunadamente, por su ausencia. Pero a finales de los 80 este tipo de carrocerías eran populares, más aún tras la llegada del Mazda MX-5 con el que la nipona se catapultó comercialmente. Un lanzamiento que puso las pilas a una Fiat que se había dormido en los laureles a la hora de sacar un sucesor del 124 Spider. Así que, ni cortos ni perezosos, en Turín se pusieron manos a la obra para mantener viva su estirpe de descapotables.

El desarrollo del Barchetta comenzó casi en secreto. En la Navidad de 1990, el griego Andreas Zapatinas (padre años más tarde del BMW Z8), que se había unido a la marca dos años antes, fue llamado al despacho de Mario Maioli, jefe de diseño, para encargarle, bajo expresa petición del CEO, Paolo Cantarella, quien quería devolver la emoción a su marca, que creara un Spider basado en el nuevo chasis Type B -que posteriormente emplearía el Fiat Punto-.

Dos equipos fueron formados en el Centro de Estilo Fiat, integrados por jóvenes diseñadores con talento, que demostraron su espíritu libre al asignar a sus respectivos proyectos apodos sacados directamente del menú de una pizzería. Así, el equipo liderado por Chris Bangle (años más tarde también fue a BMW) encarga- do del Coupé lo llamó 'Diavola', mientras que Zapatinas y su grupo hicieron lo propio bautizando al Spider 176 Tipo B como 'Marinara'.