La Bofetada De Gilda

UNA ESCENA DE FICCIÓN, PERO DE FICCIÓN EJEMPLARIZANTE Y CONSENTIDA, ES MUESTRA DEL ROL HABITUAL DE LA MUJER EN EL CINE CLÁSICO. 75 AÑOS DESPUÉS DE GILDA, ¿HAN CAMBIADO LAS COSAS O SEGUIMOS POR DERROTEROS PARECIDOS?

- Mario Garces

Adecir verdad, Gilda no se llevó ningún Ós-car, pero se llevó una bofetada imperial. A mediados del siglo XX, en el contexto de una sociedad norteamericana convale-ciente todavía de los estragos de la Segun-da Guerra Mundial, hubo una escena que se convirtió en un hito de la historia del cine: el cachetazo superlativo, inconmen-surable y maldito que asestó Glenn Ford a Rita Hayworth en Gilda. Nunca he entendido que un personaje como Glenn Ford, que gastaba aspecto de oficinista de manguito corto y de siesta larga, pudiese ser actor en las décadas prodigiosas de Hollywood. La escena de la bofetada se convirtió, desde el año 1946 en el que se estrenó la película, en un referente generacional, y no precisamente por constituir un maltrato complaciente en toda regla. Cuando Ford golpea a Hayworth no hace sino cumplir con un código de sumisión que estaba presente en la relación de dominación del hombre sobre la mujer de aquella época. Era ficción, pero ficción ejemplarizante y consentida.

En el estereotipo de la América de posguerra mundial, Hayworth representaba la belleza pérfida e intolerable. El cuerpo desmedido y sensual de la mujer fatal, ya fuera Hayworth en Gilda, Ava Gardner en Los asesinos (1946) o Mary Astor en