Érase una vez en un Hollywood diverso

La historia de Un viaje en el tiempo fue concebida en 1962, pero sus temas y el equipo que le da vida hoy la convierten en la aventura de fantasía perfecta para nuestros tiempos.

- J.Iván Morales

La distancia más corta entre dos puntos no siempre es una línea recta. Éste es el concepto básico al centro de Un viaje en el tiempo, la historia de Meg Murry, una pequeña niña rebelde e inadaptada que emprende un viaje interdimensional no sólo para rescatar a su padre (un científico desaparecido hace años), sino al planeta entero. El enemigo es una sombra oscura que lentamente está descendiendo sobre la Tierra.

En una época en la que todos los estudios en Hollywood están sedientos por adaptar propiedades ya conocidas, era sólo cuestión de tiempo para que este pequeño libro –que es una lectura requerida en la mayoría de las secundarias norteamericanas– llegara a la pantalla grande. Su arribo a cines, sin embargo, no fue una decisión impulsiva o apresurada, sino más bien un largo camino que a la productora Catherine Hand le llevó 54 años.

La autora de la novela, Madeleine L’Engle, concibió esta historia mientras consumía vorazmente los trabajos de Arthur Eddington (astrónomo y físico) y Max Planck (físico teórico), así como la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Los dobleces en el tiempo –la distancia más corta entre dos puntos interestelares, según la física teórica– y el concepto de geometría avanzada del teseracto (el equivalente en cuatro dimensiones al cubo tridimensional) detonaron en ella la idea de una heroí- na jovencita que hoy podríamos identificar como la precursora de ídolos juveniles modernos como Katniss Everdeen, Tris Prior y Hermione Granger.