Ethan Hawke, hombre de fe

Es un actor de Hollywood que no parece pertenecer a Hollywood. Al histrión, novelista, guionista y posible ganador del Oscar por su papel en El reverendo, la única etiqueta que siempre le ha interesado es la de creativo.

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Cuando Ethan Hawke le dio a su mamá el borrador de su primera novela, The Hottest State, ésta le dijo: “No es Chekhov, pero es un comienzo”. Una crítica honesta, sin duda, pero para Hawke –quien a los 48 años tiene una de las carreras más interesantes de Hollywood– el mensaje fue claro. “El subtexto de eso es que está bien intentar ser Chekhov”, le dijo el actor a The New York Times. “Si nadie lo intenta, nadie lo será”.

Tirarle a la grandeza y tomarse su carrera muy en serio ha estado en la mente de Hawke prácticamente desde que comenzó. Pero nunca se ha tratado de una grandeza llena de fama y riquezas, sino una de plenitud artística. Según ha concluido el actor, un artista puede sentirse completo si apunta a satisfacer las ambiciones personales.

El costo que ha pagado Hawke por seguir sus propios instintos, en lugar de los dictados por las ansias de popularidad masiva, ha sido una carrera de altibajos (como cualquiera), pero habitada por decisiones arriesgadas. Después de coprotagonizar la que es quizá la película más representativa de la generación X, Reality Bites (1994), filmó junto a Richard Linklater y a Julie Delpy Antes del amanecer, un filme de amor moderno cuyo motor son las conversaciones y del cual existirían eventualmente dos secuelas, Antes del atardecer