Avatar – Revolución azul

Solo James Cameron puede devolver el público a las salas con 'Avatar: el sentido del agua' el 16 de diciembre. Así fue cómo lo hizo en 2009

- Por Rubén Romero Santos

El mundo estaba en peligro en 2009. El de la economía, después del desastre de Lehman Brothers, pero también el del cine, amenazado por una piratería rampante. Debía ser rescatado por un mesías, por aquel hombre que había gritado, en 1997, en el Shrine Auditorium, tras meter en el zurrón 11 estatuillas de los Oscar por Titanic, que era "el rey del mundo". Un tipo que se había pasado unos añitos en el fondo del mar, buceando y grabando porque ahí, según él, "sentía una emoción mayor que la que te da el brillo de la alfombra roja o ganar un Oscar".

Ocho años después, James Cameron creía tener la solución a los desvelos de sus colegas. Aunque la vistió de modernidad, su respuesta a la crisis de taquilla era más vieja que el hilo negro: el 3D-o por lo menos, su base, la estereoscopia- había nacido antes que el cine. Y a él se había recurrido cada vez que las cosas pintaban mal en Hollywood. El 3D, su sensación de profundidad, no podía piratearse e iba a devolver al público a las salas, porque modificaría para siempre lo que se conoce como "experiencia espectatorial", del mismo modo que el sonido había cambiado el cine en la época silente.