ESCUELA DE CALOR

DOS HERMANOS DE SANGRE EN LA PRODUCCIÓN Y DOS HERMANOS DE TINTA EN LA PANTALLA. ‘LA LEY DEL DESEO’ CAMBIÓ PARA SIEMPRE LA HISTORIA DEL CINE ESPAÑOL EN PARTICULAR Y DEL LGTBI EN GENERAL

- Rubén Romero Santos

En las piscinas privadas, las chicas desnudan sus cuerpos al sol”, cantaban Radio Futura en Escuela de calor. En una de aquellas piletas, dos chicos y su productor se refrescaban de los rigores del verano madrileño, ese de los “ocho meses de invierno y cuatro de infierno”. La piscina pertenecía al productor Andrés Vicente Gómez, y en ella se remojaban sus dos protegés: Pedro Almodóvar y Fernando Trueba. Pero el primero, por más que se lo pasara bien haciéndole cucamonas al hijo del segundo, un tal Jonasito, estaba un poco cansado de trabajar con Gómez. Tenía en su haber cinco películas y el prestigio de ser una rara avis, un excéntrico simpaticote, como muchos otros que habían surgido durante la Movida, creador de inolvidables personajes femeninos. Pero él ambicionaba una libertad creativa total. Sin cortapisas. Lo confesaba en el que, todavía hoy, es su libro fundamental de entrevistas, el de Frédéric Strauss: “Con mis cinco primeras películas, tengo la impresión de haber tenido cinco hijos de cinco padres diferentes y de estar siempre peleándome con cada uno de ellos, en tanto que mis películas les pertenecen no solo desde el punto de vista económico, sino también artístico, a nivel de la concepción”.

Los cambios legislativos, la mal llamada ‘Ley Miró’, con sus anticipos a proyectos, permitían que los directores pudieran meter la cabeza en la producción. Así que Almodóvar decidió zambullirse en otras piscinas desde una altura sufi ciente como para permitirle ejecutar un triple tirabuzón.