Ruidos en mi cabeza

Detrás de los graznidos de gaviota y la música de ascensor se escondía un impactante diagnóstico

- Luc Rinaldi

A quel junio de 2020, Lauren Wells se disponía a disfrutar de un fin de semana con sus amigos en las islas del lago Erie. Tenía una buena razón para celebrarlo. Con solo 25 años, la habían contratado como administradora de una residencia de ancianos en Sandusky, Ohio (Estados Unidos).

Pero el viaje no fue tan agradable como había esperado. La primera noche, tuvo un fuerte dolor en el costado izquierdo y estuvo yendo a orinar con mucha frecuencia. A pesar de todo, intentó divertirse. Sin embargo, una semana después el dolor aún seguía ahí. Además, empezó a sentir como si sus manos tuvieran una película viscosa. Según una de sus amigas, se debía al estrés del nuevo trabajo. “Pero esa hipótesis a mí no me convencía”, recuerda.

A los pocos días, mientras Wells intentaba conciliar el sueño, comenzó a escuchar música: un tenue tono de ascensor que parecía venir de fuera o del piso de arriba. Se asomó por la ventana, pero como no vio nada, volvió a la cama y desconectó. A la noche siguiente, la música apareció de nuevo. Y lo mismo sucedió 24 horas después.

Las cosas se pondrían aún más extrañas. La misma música parecía escucharse en su trabajo y en el bar, y también sentía aquel ritmo en el zumbido del aire acondicionado. El amigo de un amigo, que era audiólogo, dijo que la gente a veces percibe melodías en los ruidos mundanos. Eso tranquilizó a Wells, pero no por mucho tiempo.