El hombre que bailaba como un gigante – Carta a Gene Kelly

Es muy probable que, dentro de algún tiempo, estas palabras ahora escritas se pierdan en el olvido y las hojas que las contienen se vuelvan material de reciclaje.

- Carlos Jesús González

Los detalles de tu legendaria vida, palabras más, palabras menos, podrían contarse así: naces el 23 de agosto de 1912 en Pittsburgh, Pensilvania. Tu papá, vendedor de fonógrafos, y tu mamá, ama de casa y bailarina aficionada –¿de dónde crees que te vinieron esos tobillos inquietos?– se alegraron mucho cuando un sacerdote roció agua sobre tu cabeza (como buen descendiente de irlandeses, no te escaparías de esa) y pronunció lentamente tu nombre: Eugene Curran Kelly.

Desde muy temprana edad mostraste habilidad para la danza, pero nadie de tu familia lo tomó verdaderamente en serio hasta que renunciaste a tus estudios en derecho para abocarte a perseguir tu sueño. Primero vinieron Broadway y ese musical llamado Pal Joey (George Sidney, 1957) y, para tu buena suerte, la necedad de un cazatalentos que te convenció de ir a Hollywood.