Los celtas se habían atrincherado, de modo que los romanos levantaron un cerco fortificado. La región de Borgoña fue testigo de los combates que culminaron con la derrota celtas, en 52 a. C.
BIBRACTE
La capital borgoñesa de los heduos era una de casi 150 fortalezas celtas llamadas oppida, como también lo fue Manching, cerca de Ingolstadt, en Baviera. Los habitantes rendían culto a sus divinidades, practicaban el comercio, acuñaban monedas y producían joyas. Hacia el final de su época, los celtas casi eran una civilización avanzada. FOTOGRAFÍA: BERTHOLD STEINHILBER/LAIF
UN SACRIFICIO TERRIBLE
Medio siglo antes de la batalla de Alesia, los celtas sacrificaron animales y seres humanos en esta colina del oeste de Suiza. Los arqueólogos que investigan el sitio aventuran la hipótesis de que la situación de los celtas era tan desesperada que suplicaron la intervención de sus dioses. Hacia 100 a. C., los romanos expandían su zona de influencia y los germanos merodeaban la región. ¿Fue Mormont un campamento de refugiados celtas?
FOTOGRAFÍA: © MUSÉE CANTONAL D‘ARCHÉOLOGIE ET D‘HISTOIRE, LAUSANA
Cráneo de caballo
Tras examinar las fosas excavadas para los sacrificios, los arqueólogos suizos exhumaron huesos (arriba) y una gran cantidad de cerámica, cuchillos, herramientas y grilletes.
Un hedor insoportable impregnaba Mormont. Las fosas abiertas dejaban escapar la fetidez de los cadáveres putrefactos. Los humanos habían sido decapitados. Caballos, vacas y ovejas, sacrificados.
TODOS LOS CUERPOS fueron arrojados a fosas o sepultados en una ceremonia ritual. Debió de ser una escena horripilante. Al menos, esa es la hipótesis de los arqueólogos Gilbert Kaenel y Lionel Pernet, quienes investigan lo ocurrido en esa colina próxima al lago suizo de Lemán, donde yacen los restos de lo que podría ser un antiguo campamento para refugiados celtas.
Hasta hace poco, Kaenel era el director del museo de arqueología e historia del cantón de Vaud, en Lausana, donde tenía a su cargo la conservación y restauración de las excavaciones en Mormont. Pernet es su sucesor y el equipo está analizando decenas de miles de huesos, fragmentos de cerámica y demás hallazgos para tratar de reconstruir lo sucedido allí hace 2 000 años.
En 2006, antes de que comenzara una operación programada para extraer piedra caliza de la colina, los arqueólogos empezaron a explorar Mormont y descubrieron 250 fosas. Algunas tenían siete metros de profundidad, mientras que otras se extendían más abajo, hasta el estrato de caliza. Los investigadores recuperaron incontables fragmentos de vasijas de cerámica y bronce, así como utensilios de herrería, seis hachas de carpintería y más de 150 muelas de molino, nuevas o apenas desgastadas. No obstante, se toparon con muy pocos vestigios de armas.
En cambio, hallaron abundantes huesos. Muchos pertenecían a valiosos caballos importados de Italia, animales que simbolizaban la condición social de los celtas. También había osamentas humanas. De hecho, encontraron cerca de 50 cuerpos, algunos dispuestos boca arriba y otros en posición sedente. Una fosa contenía un cadáver infantil semidescompuesto. Otras albergaban los restos de cuatro individuos decapitados. Algunos huesos mostraban indicios de quemaduras. Varios cráneos carecían de mandíbula; tal vez porque los celtas las retiraron como parte de un ritual.
Al principio, Kaenel y Pernet pensaron que habían descubierto un sitio de culto en Mormont. Sin embargo, muy pronto cuestionaron su hipótesis, debido a que los santuarios apuntan a la permanencia y sus investigaciones indicaban que aquellas personas vivieron allí apenas unos pocos meses. Por otra parte, tampoco pudo ser un asentamiento, pues el monte de caliza carece de manantiales y se habría tenido que acarrear agua colina arriba.
Entonces, ¿por qué sacrificaron aquellos valiosos animales y abandonaron allí sus herramientas y muelas de molino? “A fin de cuentas, esos enseres eran indispensables para la supervivencia –argumenta Kaenel–. Debieron tener una buena razón para desecharlos”.
El investigador especula que aquel grupo celta huyó a la cima de Mormont empujado por la desesperación. Tal vez toda la población se refugió allí –a excepción de los hombres que aún podían combatir– y su situación pudo ser tan angustiosa que sacrificaron sus posesiones más preciadas, y hasta a sus congéneres, para clamar por la ayuda de sus divinidades.
Vientos de cambio soplaban en Europa central hacia fines del siglo II a. C. Bandas de cimbros y teutones saqueaban los territorios celtas, en lo que hoy es el sur de Alemania y Suiza. La propia Roma tuvo que repeler intrusos al tiempo que expandía sus dominios. No lejos de Mormont hay otro asentamiento abandonado casi en la misma época. ¿Acaso fue atacado?
“Fue una época dramática, un periodo de verdadera transición histórica –comenta Kaenel–. Marcó el principio del fin para los celtas”.
Siete siglos antes, mientras el hierro reemplazaba el bronce en armas y herramientas, Europa fue testigo del nacimiento de una nueva cultura. Los pueblos de una región que abarcaba desde Bohemia hasta el sur de Alemania y Borgoña comenzaron a desarrollar un estilo de vida común: levantaban túmulos funerarios, practicaban ritos similares, su arte figurativo producía representaciones humanas y zoomorfas, ceñían sus prendas con fíbulas. Es posible que se comunicaran en una lengua indoeuropea común, aunque con distintos dialectos. También experimentaron una revolución tecnológica que dio paso a herramientas como el torno de alfarero y los morteros. En aquellos días, Grecia era la potencia dominante del Mediterráneo y su control se extendía hasta el mar Negro, en tanto que Roma era poco más que una ciudad-Estado.
Conocidos en Grecia como keltoi, y en Roma como galos, los celtas formaban grupos tribales independientes, por lo que es dudoso que se hayan percibido como una comunidad con identidad propia. Historiadores y arqueólogos concuerdan en que nunca formaron un imperio cohesionado. Si bien muchos investigadores opinan que los celtas no existieron como un pueblo diferenciado, y suelen referirse a ellos como una cultura de la Edad de Hierro (a menudo llamada “de Hallstatt” y “de La Tène”, los topónimos de sus asentamientos en Austria y Suiza), casi todos aceptan el uso del término “celta” para designar una civilización que se extendió de la actual Turquía hasta España y que, tras su decadencia en Europa central, terminó prosperando en las islas Británicas, donde el celta se convirtió en la lengua dominante.
Los celtas formaban tribus independientes, por lo que es dudoso que se hayan percibido como una comunidad con identidad propia.
Sus actividades comerciales cubrieron distancias enormes y propiciaron que asimilaran los conocimientos y la forma de vida del sur de Europa. Importaban vino y es posible que la conciencia de condición social llevara a ciertos individuos a acumular cerámicas y otros bienes mediterráneos, lo que dio origen a una élite que sepultaba a sus gobernantes en suntuosas tumbas repletas de armas y joyas. También fueron constructores magistrales que erigieron las primeras ciudades al norte de los Alpes. Aun así, fue el único pueblo centroeuropeo que no llegó a convertirse en nación.
Los celtas primitivos no legaron un lenguaje escrito, de suerte que, para investigar su historia, debemos recurrir a informes de contemporáneos como el historiador griego Heródoto o el general romano Julio César. No obstante, sus escritos suelen tener motivaciones políticas y asientan opiniones unilaterales. Por tal razón, la otra fuente importante es la arqueología, que recrea mundos desaparecidos mediante el estudio de ruinas, tumbas, cerámica y huesos.
DIRK KRAUSSE ES un arqueólogo del estado de Baden-Wurtemberg, en el suroeste de Alemania. De pie, en lo alto de una colina situada entre el lago de Constanza y la ciudad de Ulm, Krausse observa un sistema de trincheras y murallas colosales que datan de hace más de 2 500 años, cuando los celtas construyeron la fortaleza de Heuneburg en ese promontorio próximo a un vado del Danubio.
EXPRESIÓN ARTÍSTICA
Mejor conocido como cultura de Hallstatt, el periodo celta temprano abarcó del siglo viii al v a. C. Los artesanos crearon ornamentaciones estrictamente geométricas y representaciones figurativas de animales y humanos. El periodo siguiente, denominado cultura de La Tène, se caracteriza por sus motivos vegetales, así como por máscaras y rostros de aspecto surrealista y hasta grotesco.
FOTOGRAFÍA: BERTHOLD STEINHILBER/LAIF. MAPA: RALF BITTER (NGM). FUENTES: D. ADE, A. WILLMY, “DIE KELTEN”; H. WENDLING, MUSEO CELTA DE HALLEIN
Armas decoradas
Los investigadores hallaron esta daga y la punta de lanza en La Tène (Suiza), sitio arqueológico que simboliza todo un periodo de la cultura celta.
EL MUNDO CELTA
El siglo viii a. C. presenció el desarrollo de una nueva cultura en Europa central, la cual se diseminó por grandes extensiones del continente a lo largo de varias etapas. Sus migraciones los condujeron a las Islas Británicas y Asia Menor, donde se les denominaba gálatas. Los clubes de fútbol Galatasaray (Turquía) y Celtic (Escocia) hacen referencia a aquel pueblo. La organización tribal de los celtas solía derivar en rivalidades, y los nombres de algunos grupos sobreviven en la toponimia: los tréveros dieron su nombre a la ciudad alemana de Tréveris, y los helvecios, a Helvecia, actual Suiza.
Cultura de Hallstatt, ca. 800-450 a. C.
Cultura de La Tène, ca. 450-0 a. C.
Lenguas celtas modernas
Boyos Tribus celtas (selección)
Alesia Sitios celtas importantes
Incursiones/migraciones celtas
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