Acoger, a los desplazados

Las personas que acogen a refugiados en sus casas dan un generoso salto de fe. Te presentamos tres de las miles de historias

- Lisa Fitterman

PROVIENEN DE ÁFRICA, Asia Central, Oriente Medio y Ucrania. Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, en 2022 más de 100 millones de personas se vieron forzadas a dejar sus hogares por la guerra, la hambruna, los desastres naturales o la persecución. Sin otra opción más que salir huyendo con las pocas posesiones que pueden llevar consigo, súbitamente sus vidas se quedan en el limbo.

Pero, ¿qué pasa con ellos? Cerca de 4,5 millones encuentran asilo en los campos autorizados por Naciones Unidas para refugiados; al menos dos millones viven en campos que ellos mismos instalaron y un sinnúmero se refugian en diversas ciudades en el extranjero: cuartos de hotel y centros comunitarios o sencillos apartamentos desde donde intentan empezar de cero.

Unos cuantos afortunados son acogidos en casas particulares y comparten el espacio con personas dispuestas a ayudar durante unos meses. El gobierno les da ayudas para que puedan comprar comida y cubrir sus necesidades hasta que encuentren trabajo y sean autosuficientes. Algunos anfitriones también reciben una paga mensual (en ocasiones dinero en concepto de renta y por los gastos de los refugiados) para ayudar a pagar el coste.

Ser anfitrión tiene sus retos, lógicamente, como las diferencias culturales y las tensiones de la vida cotidiana que conllevan vivir con extraños. Sin embargo, las recompensas pueden ser significativas.

“Como una madre para mí”