Derecho a la queja

Richard Glover

- Richard Glover

Los suspiros y quejidos solo empeoran las cosas—, dice mi mujer refiriéndose a los sonidos que hago al levantarme de la cama por la mañana. Es verdad que empiezo con un “aaayy” al ponerme en vertical, luego un “ahhh” al mover las piernas, seguido de un “arrrrrrrgh” al levantarme.

Después, un “ay, Dios” al darme cuenta de que, una vez más, mis rodillas no están a la altura de la tarea que se les ha encomendado.

Mi mujer cree en el pensamiento positivo. “Las quejas solo hacen que te sientas peor”, dice mi mujer. “Si actúas como una gacela joven, que salta por la sabana a primera hora de la mañana, te sentirás como una gacela joven. Así de fácil.

Supongo que no conoce a muchas gacelas jóvenes, al menos con las rodillas doloridas, los tobillos cansados y una barriga que puede describirse como “del tercer trimestre de embarazo”.

Decido molestarla a la manera habitual de los maridos de todo el mundo. Seguiré sus instrucciones, pero elevadas al cubo. Si quiere pensamientos positivos, tendrá pensamientos positivos.

Primero las cortinas. Las abro de par en par, dejando que la luz del sol inunde la habitación.