QUERIDO CHUYA

Condición creciente de clásico la de Chūya Nakahara (Japón, 1907-1937), especialmente con los más jóvenes a día de hoy según se dice, buen síntoma, y eso no es fácil, pero clásico, clásico que atenta contra el secreto-de-unos-pocos en tapa dura en la cuidadosa y esmerada editorial Satori, especializada en literatura oriental, y que publica esta antología para siempre y no para que conste bajo la atención erudita y la personalidad elevada a relación personal con el poeta de Sonia Arab Álvarez y su cercano bosquejo del autor, después de otra antología ya aparecida y que yo guardaba con especial abismo en mis baldas: Abrazado a las estrellas (también en Satori, bajo traducción, selección y prólogo de David Taranco, diciembre de 2020), con la que tiene el don de no solaparse pese a mantener algunos bloques en común, desde sus iniciáticas Canciones de la cabra hasta su testamentario «Poema de cuatro versos», aquí recogido, haciendo más unitario el imaginario del escritor de Yamaguchi, condición de clásico, os lo recuerdo, sí, así es.

- ÁLVARO GUIJARRO

Fue traductor de Rimbaud en vida, y adoptó algunas de sus actitudes/aptitudes (aunque se reivindicara en sus círculos, como haría Darío, al musical Verlaine); vivió más de lo debido (perdió a dos hijos, uno en vida, que le condujo a una crisis nerviosa y a una casa de sanación, y otro al poco de fallecer, negando toda descendencia); amó sin pormenores (a Takako Ueno, madre de sus criaturas, y a su gran amor de juventud, Yasuko Hasegawa, dibujo de actriz, que no fue un amor siempre correspondido, haciéndole estar a expensas de ese vínculo hasta partir ella con Hideo Kobayashi llegado el día, amigo del protagonista y futuro crítico de renombre en el país a lo largo del siglo XX, así como promotor de su obra una vez fallecido a causa de una encefalitis); y liberó a ratos, como los genios, que a ratos se dejan el pelo largo y a