EL CAOS INICIAL DE LA RETAGUARDIA AL FRENTE

Los primeros días de la contienda fueron un auténtico despropósito. El ambiente caótico llegó hasta las organizaciones políticas y militares de ambos bandos, que se apresuraron a buscar apoyos en el extranjero y lucharon por mantener bajo su control el mayor número posible de capitales españolas.

- CLOTILDE ARAMBURU

Bando sublevado vs. bando republicano. A la izda., soldados rebeldes toman posiciones en la cresta de las montañas de Somosierra (Madrid), con vistas a San Sebastián, en 1936. A la dcha., miembros del bando republicano se alinean en una trinchera, con las armas preparadas para atacar, también en 1936.

En Madrid y en otras ciudades donde el golpe de Estado había fracasado, cada partido y organización sindical actuó siguiendo su criterio. Los dirigentes republicanos se quejaban de que muchos milicianos no hacían nada en la retaguardia, cuando su lugar era el frente de batalla. Ajenos a la disciplina, extendieron el terror en la capital, deteniendo y fusilando a franquistas, desafectos e inocentes que trataron de refugiarse en distintas embajadas. El poder de las instituciones del Estado republicano quedó en entredicho.

El descontrol de los milicianos durante las primeras semanas de guerra se solventó creando brigadas regulares, como el legendario Quinto Regimiento. A partir de entonces se empezó a organizar un ejército vertebrado, capaz de enfrentarse a las fuerzas rebeldes, que según se acercaban a Madrid provocaban la huida de los habitantes de ciudades y pueblos cercanos a la capital.

El 19 de julio de 1936, mientras Franco aterrizaba en Tetuán, el general Mola se hizo con el control de Navarra con la ayuda de los requetés.

Ese mismo día, el general Andrés Saliquet declaró el estado de guerra en Burgos y la columna rebelde que procedía de Vitoria aseguró la conexión entre Navarra y Castilla y León. AI frente de ella iba Camilo Alonso Vega, amigo de Franco y compañero de la misma promoción militar. El 20 de julio, moría en un accidente de avión uno de los cerebros del golpe de Estado, el general José Sanjurjo, lo que despejaba el camino a Franco para alcanzar la jefatura del Ejército nacional.