ADVERTENCIA

No te pongas toxina botulínica sin antes leer esto. Respondemos las dudas más comunes.

- BEATRIZ VELASCO

El tratamiento en el cuello puede ser complementario a las aplicaciones en el rostro para un rejuvenecimiento facial completo.

En la búsqueda de una apariencia fresca y juvenil, la toxina botulínica se ha convertido en uno de los tratamientos estéticos más populares desde hace más de 20 años. Su aplicación es rápida y sus efectos se ven en un par de semanas. No sólo suaviza las arrugas, sino también rejuvenece el semblante. Sin embargo, su fama también ha dado pie a una serie de mitos que han terminado por generar desconfianza.

El uso de la toxina botulínica con fines estéticos ocurrió en 1987, aparentemente, de manera accidental. La doctora Jean Carruthers, quien trabajaba en el tratamiento de una paciente con contracciones en el párpado, notó que la inyección, además de aliviar el problema ocular, también actuaba relajando las arrugas en el entrecejo y las patas de gallo, reduciéndolas.

Después de dicho descubrimiento, científicos comenzaron a estudiar las aplicaciones médicas y estéticas del efecto de la toxina botulínica en la piel. Hasta que, en 2002, la FDA aprobó su uso. Así se inició una nueva era en la industria de la belleza.

A partir de ese momento, su presencia en el mundo de la medicina estética fue, nunca mejor dicho, celebrado. Sucede que, como los pacientes podían retomar sus actividades diarias inmediatamente después de la inyección, se popularizaron las fiestas en donde se aplicaba la toxina. Obviamente, las celebridades de Hollywood se convirtieron en las invitadas VIP de los festejos, volviéndose en sus silenciosas promotoras y fieles seguidoras.

EFECTOS SECUNDARIOS