SECRETOS ATEMPORALES DE LA CORTE

Si al momento de que piensas en las joyas de la corona a tu mente solamente llegan imágenes de tiaras, estás omitiendo un tesoro invaluable: las piezas de alta relojería.

- BEATRIZ VELAZCO

Los relojes han trascendido su función utilitaria para convertirse en tesoros que conectan a la realeza con su historia y su legado. Estos ex quisitos objetos simbolizan estatus, poder y sofisticación. Desde Suiza hasta París, los relojeros más prestigiosos del mundo han creado verdaderas obras de arte que se han heredado de generación en generación, convirtiéndose en emblemas de un legado familiar y de una historia compartida.

En épocas pasadas, la precisión temporal era un signo inequívoco de poder. Los relojes eran símbolos de autoridad y control; innovaciones tecnológicas que permitían a los monarcas coordinar con exactitud actividades estatales, ceremonias y campañas militares. En el pasado y en el presente la personalización de cada pieza ha permitido a la realeza expresar su individualidad y su sentido del estilo. Decoradas con grabados, incrustadas con piedras preciosas y poseedoras de intrincadas maquinarias, estas joyas no solamente han reflejado el gusto del propietario o el estilo de una época, sino que también se han convertido en un factor de cambio e innovación.

Una revisión histórica de la alta relojería resalta las creaciones de Breguet. Fundada en París en 1775 por Abraham-Louis Breguet, la maison revolucionó la industria con inventos como el resorte de volante, el reloj de repetición de minutos y el calendario perpetuo. Gracias a la elegancia y la precisión de sus creaciones, Breguet cautivó a la realeza europea: desde María Antonieta hasta Napoleón Bonaparte, el zar Alejandro I o la reina Victoria.

EL RELOJ QUE NO LLEGÓ A TIEMPO