MI VERANO CON UNA FOCA

LA CRÍA DE FOCA HABÍA PERDIDO A SU MADRE. ¿APRENDERÍA A SOBREVIVIR EN LIBERTAD?

- Ola y Emily d'Aulaire

Para Katrine Berge, de 17 años, la oscura protuberancia en el arrecife situado frente a la costa oeste de Noruega no era más que una roca. "¿Por qué no te acercas un poco más?", instó a su padre, que estaba a los mandos de la pequeña embarcación.

Con prismáticos, vio a una cría de foca, del tamaño de un cachorro. "¿Por qué está sola, papá?", preguntó Katrine.

"No lo sé", respondió Trygve Berge mientras dirigía el barco hacia la isla cercana donde estaba la casa de vacaciones de la familia. "Puede que la hayan abandonado".

El director del acuario, Jan Einarsen (centro), explica a Katrine cómo alimentar a Selik.

Anny, la madre de Katrine, y Kristian, su hermano de doce años, esperaban en el embarcadero. "Hay una cría de foca en la roca", les dijo Katrine aquella inolvidable tarde de junio de 1991.

"Papá quiere llamar al acuario para saber qué debemos hacer".

Minutos después, Berge ya tenía la información que necesitaba. "El director del acuario me ha aconsejado que espere dos días para ver si vuelve la madre. Si no, deberíamos rescatar a la cría y llevársela para que la examinen".

UNA NUEVA MADRE

Katrine no durmió mucho aquella noche. A la mañana siguiente, vio con unos prismáticos que el animal seguía tumbado en el mismo sitio. Dos días después, al ver que su madre no aparecía, se dirigió a la roca con su padre.

La cría de foca no se movió al llegar a tierra. Se arrastró hacia ella.

"No tengas miedo", susurró Katrine. "Solo queremos ayudarte". Para su alegría, la cría le lamió la mano. Estrechó el pequeño bulto en sus brazos y acarició su suave pelaje. Era gris claro con manchas marrones. Sus ojos oscuros y brillantes parecían demasiado grandes para su cabeza.