EL ORO DE LA PROVENZA

EL PERFUME MÁS FAMOSO DEL MUNDO NO SERÍA NADA SIN LA ROSA DE MAYO. VISITAMOS SU TIERRA NATAL

- Silke Wichert

ES UNA CARRERA contrarreloj. Cada año igual", dice Joseph Mul mientras camina pausadamente de un rosal a otro, sujeta una flor en la mano, examina la tierra y se rasca la cabeza bajo la boina.

A unos metros detrás de él, veinte trabajadoras con sombreros de paja recogen a mano, casi de manera meditativa, las flores de un rosa vibrante de las ordenadas hileras. Junto a ellas, dos hombres con grandes sacos de yute esperan apoyados en un tractor con remolque. ¿Mucho ajetreo? ¿Una guerra de nervios al estilo de las películas de Tom Cruise? En este campo de Pégomas, cerca de Grasse, no se ve nada parecido.

Pero las apariencias engañan. Para la familia Mul y sus trabajadores, el tiempo corre de manera implacable. En cuanto los primeros capullos se abren bajo el sol primaveral, los aproximadamente 50.000 ejemplares de Rosa centifolia, o rosas de mayo de cien pétalos, deben ser cosechadas frescas en un plazo de entre dos y tres semanas. Sus flores se procesan rápidamente para que no pierdan casi nada de su fragancia única.

Hasta cinco kilos de pétalos por hora puede recoger una recolectora.

El propio Mul, de 83 años, coloca unos pétalos increíblemente suaves en mis manos. "Huélalos", dice apretándome los dedos con los suyos hasta formar un puño. "Y ahora vuelva a oler-los en un momento". En apenas dos minutos, los pétalos no solo han perdido su aspecto fresco, sino que también han reducido notablemente su aroma a rosa. Sin darse cuenta, ha hecho que una de las materias primas más preciadas del mundo se desvanezca literalmente en el aire.