La otra cara de la ansiedad

Cómo preocuparse bien

- Patricia Pearson

SOY UNA VIAJERA ANSIOSA. Llego a aeropuertos y estaciones de tren excesivamente pronto. Compruebo tres veces mis documentos, siento cierta rigidez en la mandíbula y una ligera tensión en el estómago hasta que llego a mi destino. Las personas tranquilas se ríen de mí y me llaman “Doña nervios”.

Eso solía hacerme sentir mal, lo consideraba irracional, una debilidad. Pero ya no. Podría escribir un libro sobre este tema y, de hecho, eso es precisamente lo que hice: A Brief History of Anxiety (Yours and Mine). He aprendido a respetar mi tendencia a la hiper-vigilancia.

Hace poco, conducía por un camino rural en un largo viaje que sería principalmente por autopista. ¿Y si me quedaba sin gasolina? Me preocupé, aunque aún tenía suficiente. En cuanto vi una estación de servicio antes de entrar a la autopista, cedí ante mi angustia y decidí llenar el depósito. Por si acaso.

En ese momento me di cuenta de que uno de los neumáticos delanteros estaba desinflado. Si hubiera quitado importancia a mi ansiedad, el neumático hubiera estallado al coger velocidad en la autopista. Mi necesidad de planificar con anticipación, aunque no era necesario, me salvó de un escenario potencialmente catastrófico.

ES POSIBLE VIVIR PERÍODOS DE ANGUSTIA SIN QUE SUPONGA UN CAOS MENTAL.