Tiempo maestro

A dos siglos y medio de la apertura de su primer taller en París, el relojero que revolucionó la medición del tiempo mantiene una presencia tangible en la alta relojería contemporánea. Su influencia persiste, evoluciona y desafía preceptos.

- Ricardo Alonso

El fondo de la caja exhibe un grabado hecho a mano del Breguet 19 cruzando el Atlántico en 1930, con la ruta del vuelo y las costas de Europa y Norteamérica en acabado esmerilado.

Los entendidos en relojería saben muy bien que en cada tourbillon que vemos hoy, en cada aguja elegantemente recortada, en cada carátula guilloché, se percibe la huella de un hombre: Abraham-Louis Breguet. Inventor incansable, visionario y poeta de los mecanismos, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de excelencia técnica y estética.

Hoy, Breguet celebra 250 años de inventos y emociones desde la fundación de su primer taller en París. Y en el marco de estos festejos, llega a Nueva York para presentar el cronógrafo Type XX referencia 2075, inspirado en un modelo emblemático que data de 1955. Por ello, asistimos a la boutique de la Maison en Madison Avenue, para formar parte de esta significativa conmemoración.

Para entender la magnitud del festejo, hay que mirar hacia atrás. Abraham-Louis Breguet (1747-1823) no solo inventó el tourbillon; redefinió la relojería como arte y ciencia. Fue pionero en sistemas de escape, en mecanismos de cuerda automática, en la creación del reloj de suscripción (una genialidad comercial y técnica), y en algo tan poético como el paréntesis secreto en el guilloché, una firma personal oculta en la carátula. Su influencia es tal que incluso las casas competidoras se refieren a sus detalles técnicos con su nombre: “aguja tipo Breguet”, “numeración Breguet”...