Una marca familiar con ADN francés y éxito global

Entrevistamos a Jean Cassegrain, CEO de Longchamp, maison de lujo fundada en 1948 en París por su abuelo. En la actualidad es una de las escasas compañías en la industria del lujo que aún conserva sus raíces familiares.

- ALEJANDRA CASTILLO

En plena globalización, con casi la totalidad de las marcas de lujo en posesión de holdings financieros como LVMH o Kering, resulta refrescante -y casi insólito- que una maison como Longchamp siga en manos de la dinastía fundadora. La casa de lujo francesa, establecida en París por Jean Cassegrain en 1948, acaba de reinaugurar en México su flagship store en Antara Fashion Hall con un diseño que rinde culto a sus orígenes en la capital francesa. Hablamos con su director general global y nieto del fundador, con quien comparte, además de idéntica visión comercial, el nombre. "La ventaja es que como un negocio familiar es fácil tener una visión a largo plazo y creo que eso es parte de nuestro éxito. Comparados con otras marcas, que se rigen por algo meramente financiero, tenemos más libertad en nuestros proyectos creativos y eso tiene sus propias ventajas, como la calidad", reflexiona. "Si tu producto no es de buena calidad, aunque sea innovador, podrá funcionar por un par de temporadas, pero no va a perdurar. Pero la calidad debe completarse con otros factores, como tener una historia que resuene con el consumidor y la convierta también en un objeto de deseo".