murmullos de sombra y agua

Una casa de descanso que acompaña al paisaje. En Tepoztlán, Mauricio Rocha apuesta por una arquitectura del trayecto y la penumbra: patios, espejos de agua y materiales que susurran. Una experiencia casi ritual del caminar.

- SERGIO RODRIGUEZ-BLANCO

En Tepoztlán, el espacio pesa distinto. Tierra de ritos antiguos, de recogimiento, de atmósferas espesas. Mauricio Rocha construye aquí una casa de descanso donde la arquitectura no se impone al paisaje: se deja atravesar por la masa telúrica del Tepozteco.

Geometría, proporción y ritmo marcan el eje longitudinal de la casa. La secuencia de patios es como una coreografía horizontal.

Casa Moro habla desde el lugar donde se posa. Desde fuera, la montaña apenas se adivina. Un muro de piedra precede el acceso, como si la arquitectura se negara a revelarse. No hay fachada frontal ni remate. El visitante cruza un jardín, se interna en la sombra, encuentra un segundo jardín con un pozo: origen ritual del agua y del tránsito. Como en los viajes que importan, lo que permanece es la ceremonia del trayecto. "No me interesa que se vea la casa, ni que se vea el Tepozteco, me interesa que se entienda cómo llegas y cómo eso te lleva a descubrir lo demás", expresó Rocha.

En Tepoztlán, Mauricio Rocha construye sobre una atmósfera. Todo tiene memoria, densidad, vibración. La arquitectura no llega a imponer orden: llega a escuchar lo que el lugar ya dice en sombra, piedra y tiempo.

Cada paso es un aplazamiento deliberado. Como la pirámide prehispánica que solo aparece al llegar a la cumbre del Tepozteco, la casa se revela en capas, en una coreografía de patios, pórticos, vacíos intermedios. Respira con alturas generosas, aire contenido entre las celosías de ladrillo. Aquí, la ligereza es una ética del espacio.