El ajuste de cuentas de Sudán

Los jóvenes sudaneses se inspiran en el pasado para demandar un mejor futuro.

- Por Kristin Romey. Fotos por Nichole Sobecki

En las faldas de Gebel Barkal, un sitio Patrimonio de la Humanidad, trabajadores excavan para descubrir una de las grandes civilizaciones de África. Conocido como Kush o Nubia, el reino se consideró por mucho tiempo un simple apéndice del vecino Egipto.

Estudiantes visitan las tumbas-pirámide de los reyes y reinas kushitas en la antigua capital de Meroe. Bajo la dictadura de Omar al Bashir, los planes de estudio de Sudán ignoraron o suprimieron la herencia no musulmana del país y sus raíces en el África subsahariana.

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Ahmed Ibrahim Alkhair (a la izq.), envuelto en la primera bandera del Sudán independiente, y Awab Osman Aliabdo, con la bandera actual, admiran la vista desde Gebel Barkal. La revolución de 2019 avivó la esperanza de lograr un régimen democrático, pero tras un golpe de Estado militar, la nación ahora se balancea entre la posibilidad de conseguir la paz y la amenaza de más violencia.

UNA MANANA DE LUNES A FINALES DE OCTUBRE DE 2021, LA REVOLUCIÓN MÁS RECIENTE DE SUDÁN SE DESMORONABA.

Apenas habían pasado dos años y medio desde que la dictadura islamista de tres décadas de Omar al Bashir cayera en abril de 2019. El Consejo Soberano, un órgano cívico-militar, se alejaba del legado de este presunto criminal de guerra y 30 años oscuros de represión, genocidio, sanciones internacionales y la secesión de Sudán del Sur.