Escritora Sin Fronteras

UNA SECCIÓN PARA NOSOTRAS con lo que nos importa, nos ayuda y nos motiva.

- Laura Valdecasa

Chimamanda Ngozi Adichie nació en una pequeña aldea de Nigeria llamada Abba. Era la quinta de seis hermanos. Pasó su infancia en la ciudad de Nsukka, sede de la Universidad de Nigeria. Su madre fue la primera secretaria de admisiones de esa universidad, donde su padre ejercía como profesor de estadística. En igbo, la lengua natal de su familia y que la escritora conserva, Chimamanda significa ‘espíritu que no se puede romper’. Ese espíritu fue seguramente el que la llevó a dejar los estudios de Medicina en Nigeria y mudarse a Estados Unidos con una beca de dos años para estudiar Comunicación y Ciencias Políticas en la Universidad de Drexel, Filadelfia.

LA LITERATURA COMO VEHÍCULO

Cuando todavía vivía en Nigeria, solía ir a misa los domingos con su familia. Cambiaron de párroco y prohibieron a Chimamanda que entrase a la iglesia en manga corta. Decidió escribir una carta de protesta a un periódico nacional. Y es que la escritura siempre ha sido un vehículo para expresar sus ideas, para remover conciencias: “Escribir es lo que le da significado a mi vida. Es lo que más feliz me hace cuando va bien. Es lo que más me entristece cuando va mal”. Publicó su primera novela con 26 años, La flor púrpura, premiada y con buena acogida entre la crítica. Le siguió Medio sol amarillo, sobre la lucha del pueblo igbo por la independencia en la guerra de Biafra. En 2013 llegaría su best seller, Americanah, sobre las experiencias de una estudiante nigeriana que se muda a América, premio del Círculo de Críticos del Libro Nacional.

CHARLAS QUE HACEN HISTORIA