METROPOLIS STREET RACER

LA CONDUCCIÓN MÁS ELEGANTE

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Si Ridge Racer elevó el derrape a la categoría de arte y Gran Turismo hizo del realismo su razón de ser, Metropolis Street Racer premió la elegancia al conducir.

En un juego de velocidad, la prioridad es llegar el primero a la meta, incluso si tienes que llevarte por delante a tu abuela saliendo de boxes, pero, en esta joya de Bizarre Creations para Dreamcast, la exuberancia a la hora de tomar una curva, tirando del freno de mano, componía la columna vertebral de la experiencia de juego y se recompensaba con “kudos”, una palabra que procede del griego y significa “gloria”.

Metropolis Street Racer tenía muchas virtudes, como unos gráficos impresionantes e hiperrealistas que aprovecharon al máximo el músculo gráfico de la consola de Sega, pero lo que hizo que pasara a la historia, que se distinguiera de sus competidores, fue su habilidad para transformar al conductor más agresivo y gañán (como un servidor, que jamás frena en los juegos de coches) en un caballero, un maestro zen del volante capaz de tomar las curvas con la elegancia y frialdad de The Stig (el piloto de Top Gear) o, más castizamente, como en los vídeos promocionales de Más que coches.