LA FAMILIA QUE NO SE DIO POR VENCIDA

SEGÚN LOS MÉDICOS, HABÍA MUY POCAS ESPERANZAS PARA EL BEBÉ NACIDO CON MEDIO CORAZÓN

- Robert Kiener

Parecía tan real, pensó Rob Velez sobre el sueño que había tenido la noche anterior.

En la cama después de una larga noche de descanso en su casa en las afueras de Londres, sonreía mientras recordaba la escena. Tenía en brazos a su hija recién nacida. Ella lo miraba a los ojos y él sentía tal emoción que, este curtido ex marine estadounidense de 50 años, había empezado a llorar. Nunca había sentido tanto amor.

Increíble, pensó, mientras el sol de la mañana entraba por la ventana. Aquello era más que un sueño. Se levantó y se vistió. Debía contarle a Zofia Fenrych, su pareja desde hacía cuatro años, lo que el sueño le decía.

Fenrych, homeópata de 40 años, lo escuchó. “Estás embarazada”, le dijo él. “Vamos a tener otro bebé”.

Fenrych se rio. Tenían ya una hija de dos años y cada uno un hijo de 16 años de relaciones anteriores. “No es posible que esté embarazada”, respondió.

“Cariño”, dijo él, “vamos a tener una niña. La he visto. ¡Y será preciosa!”.

Y para probarlo, bajó corriendo las escaleras y fue a la farmacia a comprar un test de embarazo. Una hora más tarde, dos líneas rojas aparecieron sobre la tira reactiva del test. Fenrych efectivamente estaba embarazada. Dio un grito de felicidad y se abrazaron. “Vamos a tener una preciosa hija”, dijo él. “Lo sé. Anoche la vi”.