ATRAPAR A UN ACOSADOR

Durante cinco años, llenó sus días de miedo y terror. Hasta que se defendieron

- Tess Kessler

Son casi las 20:45 horas del 20 de abril de 2020, en una ciudad del condado de Los Ángeles, y estoy esperando a que aparezca el acosador de mi familia.

En concreto, estoy escondida en la parte trasera del todoterreno de mi madre, con una sudadera negra con capucha, con un walkie-talkie en una mano y una lata de spray de pimienta en la otra. El coche está a la entrada de nuestra casa de dos plantas, la penúltima en la cima de una colina, justo antes de un callejón sin salida. Esta noche, está todo muy tranquilo. No hay tráfico. No hay peatones. Estoy tensa, a pesar de que mis padres están dentro viéndome por las cámaras de seguridad. Ha pasado más de una hora, y él puede volver en cualquier momento. Respiro lenta y profundamente.

Entonces sucede. Un hombre sube por nuestra empinada calle. Otea con la mirada nuestra casa, pasando rápidamente de una ventana a otra. En silencio me suplico a mí misma mantener la calma mientras pasa a tres metros de mí y aterriza su mirada en la oscura ventanilla trasera del coche. Pasa una fracción de segundo antes de que se dirija a nuestro buzón y lo abra.

Lenta y temblorosamente, me llevo el walkie-talkie a los labios. “Carole Baskin,” digo en el micrófono. “Repito, Carole Baskin está aquí.” Carole Baskin es la infame felina que aparece en Tiger King, la serie documental de Netflix que todo el mundo parecía estar viendo en ese momento.