Los hilos de la historia

Los titiriteros de Sicilia están encontrando formas de mantener vivo el arte de la marionetas

- Anna Staropoli

En las profundidades del corazón histórico de Palermo, capital de Sicilia, bate sus alas un dragón. Un redoble de tambores irrumpe en la oscura sala cuando la criatura levanta el vuelo. El dragón intenta atacar a nuestro héroe, Orlando, quien va protegido con una sólida armadura, pero no es rival para semejante caballero. La espada de Orlando atraviesa al animal y su cuerpo cae al suelo. Su cabeza ensangrentada cuelga de una cuerda por encima del escenario. Una explosión de música de parque de atracciones que brota de un organillo pone fin a la escena.

En el Museo Internacional de las Marionetas Antonio Pasqualino, situado en un edificio antiguo que fue sede del Hotel de France en el siglo XVIII, aniquilar dragones es un asunto de familia. Salvatore Bumbello monta todos los días espectáculos en su auditorio, habitualmente con la ayuda de su hija Martina, de 10 años, y sus hermanos mayores Luciano y Francesco. (Durante el espectáculo, Martina hace girar la manivela del organillo del teatro y sus hermanos trabajan detrás del escenario).

En las producciones se interpretan argumentos tradicionales del Renacimiento y antes, en particular, las historias de Orlando y Rinaldo, dos caballeros legendarios, o paladines, de la corte de Carlomagno. Vencen dragones, demonios y otros rivales, temática estable del distintivo estilo de los marionetistas sicilianos que comenzó en los inicios del siglo XIX.