LA REVOLUCIÓN DE LAS MUNECAS

VĚRA CHYTILOVÁ TRANSFORMÓ UNA INOCENTE FLOR EN SÍMBOLO DE LA ANARQUÍA, Y NO EXISTE UN FESTÍN DESTRUCTIVO TAN LOCO COMO SU OBRA MAESTRA

- Paula Arantzazu Ruiz

"En este mundo todo está echado a perder. Si todo está perdido, nosotras también estamos perdidas". Con estas palabras y un bofetón de Marie 1 a Marie 2 se levanta el telón de una de las películas más subversivas de la historia del cine: Las margaritas (1966), una bomba de anarquía, farsa y mucho, mucho collage, con la que Věra Chytilová (1929-2014) le vaciló no solo al establishment socialista que gobernaba Checoslovaquia tras la Segunda Guerra Mundial sino también a cualquier convención social escrita (por los hombres) y a las que aún estaban por escribir.

Es más que probable que no exista en los anales del séptimo arte una chifladura de tal calibre. Coqueta y obscena, glotona y existencialista, ambigua y repleta de ganas de provocar, Las margaritas ha sido enarbolada como emblema de varios "ismos", sin acabar, no obstante, de adecuarse a ninguna etiqueta. ¿Fábula feminista? ¿Elogio nihilista? ¿Cuento moral que condena a sus rebeldes heroínas por su falta de ética? Todavía hoy este festín de la aniquilación permite mil y una interpretaciones, pero quizá la respuesta sobre la verdadera intención de la cinta anide en esas imágenes de la guerra moderna que ejercen de prólogo y epílogo. Si ahí fuera solo hay muerte y destrucción, ¿qué visión del mundo esla que nos ofrece Las margaritas? Está claro que, si todo está ya corrompido, celebremos a lo loco que nosotras también los estamos.

La semilla subversiva