El método de Tenoch Huerta

- Por Aarón Martínez. Fotografía por Rodrigo Palma

Había reservado una sala de juntas para platicar con Tenoch, pero al momento de estar ahí, mira mi cajetilla de cigarros sobre la mesa y me pide uno. Me dice que no fuma, pero que se le antojó. “Soñé que me fumaba uno, entonces…”, me explica dejando al aire lo demás. Le digo que sí, que nos fumemos uno, y terminamos haciendo la entrevista rudimentaria al exterior, como dos cuates que rompen la dinámica para echarse un cigarro.

Luego de pasarnos el encendedor y dar la primera bocanada de humo, le pregunto: “¿De dónde salió Tenoch?”. Indago hasta sus días más lejanos para conocer al niño que era antes de convertirse en uno de los actores de la nueva ola que está rompiendo con los estándares en el cine.

Me explica que se crió en Coacalco. Narra aquella época en un entorno muy apacible. “Había tres o cuatro pueblitos; tal cual, pueblos. Todavía me tocó ver que había gente que tenía sus parcelitas donde sembraban maíz, había vaquitas y borregos. De hecho tuve un perro que salió corriente como la chingada, pero era buen pastor, y me lo quisieron comprar varias veces”.

Tenoch describe esas postales de las orillas de la ciudad y en su mirada se nota que en verdad está recreando esos momentos, también hay un gesto grato por compartir la historia. “No había mucho que hacer, era subir el cerro por el puro gusto, hacer fogatas, o ir al campo a jugar futbol americano, soccer o beis, jugar guerritas, atrapar insectos, agarrar arañas, ciempiés, jugar en la calle policías y ladrones, bote pateado”.