Música con alma

Cuando era niña, mi padre me enseñó guitarra flamenca. Ahora deseaba volver a formar parte de ese mundo

- Lavinia Spalding DE AFAR

La autora, a los 8 años, junto a su padre.

LLEVABA EN ESPAÑA solo dos días y ya me dolían los dedos. Un hormigueo, como cuando una extremidad dormida vuelve a la vida. La sensación me encantaba. Significaba que estaba haciendo las cosas bien. Ayer, después de llegar a Madrid, cogí el metro hasta Delicias, caminé hasta un edificio de pisos igual a muchos otros y llamé a una puerta desconocida. Una mujer delgada y de voz suave me invitó a pasar y puso en mis manos una guitarra de 3.000 dólares. “¿Puedes tocar algo?”, preguntó.

Para esto había venido a España. Porque alguna vez creí que estaba destinada a convertirme en tocaora.

CUARENTA Y CINCO años antes, cuando tenía dos, mi padre también vino a Madrid y llamó a puertas de desconocidos. Reconocido guitarrista, estaba enamorado del flamenco, y en España aprendió de todos aquellos dispuestos a enseñarle. Se acercaba a charlar con artistas en bares, se hacía amigo de músicos callejeros y, aunque nadie en mi familia supiera cómo, se las arregló para estudiar con Paco de Lucía, el guitarrista de flamenco más importante de nuestro tiempo.