Manuel Valls

"Lo divertido es que los mismos independentistas que alababan el éxito de un catalán en París, ahora dicen 'este no es de aquí'"

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Un hombre verdaderamente valeroso está siempre sereno en la batalla". Este es uno de los principios del código ético del samurái, el libro del japonés Inazo Nitobe que Manuel Valls tiene sobre la mesa del despacho gante Paseo de Gracia de Barcelona, desde el que observa la ciudad de la que quiere ser alcalde. Cuando nos da la mano, Valls sigue teniendo el gesto y la distancia de un primer ministro francés, pero a lo largo de la conversación, se va relajando y deja asomar con timidez al niño que nació y pasaba los veranos en el barrio barcelonés de Horta, y al joven español que un día se nacionalizó francés e intentó llegar a presidente de la República. La política francesa le dio la espalda y hoy, a los 56 años, de vuelta en casa, Valls quiere reinventarse y recuperar la Barcelona abierta y moderna que, a su juicio se ha degradado por culpa de la crisis, el procés y el populismo.

Gemma Nierga: ¿Cómo es su nueva vida en la ciudad?

Manuel Valls: Pues no sé si un político puede decirlo así, pero feliz. Feliz porque escogí Barcelona. Quería cambiar de vida. Quería vivir en Barcelona, tener otro horizonte en mi vida. Vivir otra etapa de mi vida personal, lo político viene detrás. Tenía ganas de cambio por razones íntimas, personales. Redescubrir Barcelona, sentir cosas nuevas en mi vida. Quería reinventarme otra vez.

G.N.: Es un lujo, a sus 56 años, poder reinventarse.