Fábula ancestral 2.0

De la mano de Emma Watson, La bella y la bestia revive a la primera princesa rebelde de Disney y resucita lo que la casa del ratón sabe hacer mejor: musicales.

- Diana Sánchez Uranga 

Érase una vez, en una tierra lejana, un joven príncipe que vivía en un hermoso castillo...”. Estas poderosas palabras de ensoñación, junto con la música de fondo de Alan Menken, han cautivado a millones de fans desde 1991. Nadie puede fallar en adivinar a qué película nos referimos, uno de los clásicos más preciados de Walt Disney Animation Studios: La bella y la bestia. Se trató de una eventualidad por muchas cosas: fue la primera animación nominada en la categoría de Mejor película en los premios Oscar (1992) –y una de las pocas junto con Up: Una aventura de altura y Toy Story 3–; la primera cinta de Disney en ser adaptada a un musical de Broadway (1994), y la primera en presentar a una heroína con tintes feministas –sí, mucho antes que Mulán, Mérida o Elsa–, por lo cual se convirtió en la princesa favorita de muchos.

A más de 25 años de su estreno, celebramos su legado de una manera mágica: con la llegada del live action inspirado en la animación, el primero que será un musical de principio a fin –El libro de la selva no lo fue del todo. ¿Por qué adaptar un clásico? ¿Cómo utilizar el potencial cinematográfico de la historia en esta era moderna? Dos palabras: homenaje y modernización. Desde el punto de vista visual, la tecnología alcanzó las ideas presentadas en la animación. Ahora ya es posible ver una versión realista de una taza de té, un reloj, un candelabro y un armario parlanchines.

De damisela a inventora