LARGA Y SALUDABLE

La esperanza de vida está sobrevalorada. Ahora, lo que en realidad importa es la duración de la salud.

- DINA FINE MARON

VIVIMOS MUCHO MÁS que nuestros ancestros, pero, ¿es eso siempre algo bueno? Cada vez más pasamos buena parte de nuestra vida agobiados por afecciones físicas y mentales que pueden dificultarnos las tareas diarias. Con el fin de asegurarse de que estamos aprovechando al máximo toda nuestra esperanza de vida, los biólogos y estudiosos de la longevidad se centran más en formas de mejorar la cantidad de años que vivimos activos y sin enfermedades.

A esta idea se le conoce formalmente como duración de la salud. Aunque apareció por primera vez en publicaciones médicas hace más de 30 años, el concepto se ha generalizado entre médicos y pacientes por igual, y su definición se ha ampliado para acentuar que se sume más tiempo de calidad a nuestros últimos años, cuando determinadas afecciones de salud podrían dificultar en gran medida nuestras actividades diarias; por ejemplo, la hipertensión tratada no afectaría de manera significativa la duración de la salud, pero un accidente cerebrovascular o la demencia sí, explica Sharon Inouye, médico-científica de la Escuela Médica de Harvard, quien estudia los problemas del envejecimiento.

Los objetivos de investigadores como Inouye son numerosos: entender los mecanismos subyacentes del envejecimiento, trabajar para identificar genes que promueven la salud y concentrarse en los pasos por seguir en nuestra vida diaria para mejorar la duración de la salud.

Miremos tan solo a los centenarios con quienes trabaja Nir Barzilai en la Escuela de Medicina Albert Einstein del Bronx, en Nueva York. Los participantes del estudio saludables tienen lo que se llama compresión de la morbilidad: están enfermos durante una porción muy corta de su vida. “No solo viven más, sino que tienen más salud –explica Barzilai–. Se enferman 50 años después que sus amigos y 30 años después que los amigos de sus hijos”.