LOS RASGUNOS DE LA VIDA

Los nietos son como un coche de alquiler. Cuando te haces cargo de ellos, casi siempre vienen con un par de arañazos

- Richard Glover

MI NIETO PIP se ha puesto a escalar una de las paredes de roca artificial del parque infantil del barrio. Me coloco detrás de él, listo para cogerlo si algo sale mal. Cambio el peso de un pie al otro y vuelta a empezar. Estiro los brazos en una dirección y luego en la otra. Todo con una elegancia suprema. Lo llamo "el tai-chi de los abuelos".

Claro, en realidad debería sentarme en un banco y dejar que mi nieto haga lo que quiera. Al fin y al cabo, estamos en un parque infantil. La pared de escalada mide apenas metro y medio y el suelo está acolchado. Si mi nieto se cae, tendrá más moratones que fracturas. Y, sin embargo, me balanceo con gracia de un lado a otro, sin intervenir, porque no quiere ayuda. Solo soy su red de seguridad.

Cuando era un padre joven, me di cuenta de que criar a un niño conllevaba ciertos riesgos. Trataba de evaluar las posibles lesiones en cada actividad. Había que evitar las lesiones graves, pero una rodilla raspada era una insignia de honor. Un golpe en el brazo, la medalla de un día bien aprovechado.