QUEDARSE A OSCURAS PARA VER LO INVISIBLE

EN LA PIRÁMIDE EGIPCIA DEL REY UNAS, LO MÁS SUTIL QUEDA BORRADO BAJO LA CLARIDAD DE LA LUZ ARTIFICIAL. CIERTOS DETALLES SOLO PUEDEN SER PERCIBIDOS EN LAS CONDICIONES DE PENUNBRA QUE TENÍAN EN MENTE SUS CONSTRUCTORES HACE MILES DE AÑOS.

- 

La figura del faraón y el hipopótamo está oculta entre las sombras de un entrante de la pared.

En su obra Ruinas y paisajes de Egipto, una suerte de diario de viaje a lo largo del Nilo, el arqueólogo francés Gaston Maspero (1846 -1916) realizaba una interesante reflexión a tenor de la instalación del primer tendido de luz eléctrica en el interior de algunas tumbas en la necrópolis tebana. En el capítulo correspondiente, dejaba ver cómo la iluminación del estrenado siglo veinte transformaba por completo la comprensión que del monumento podía tener el visitante. Antes de ese año 1903, solo se había podido disfrutar de cada relieve y cada grabado de forma parcial gracias a una vela o antorcha o, en su defecto, de forma global durante el suspiro que dura el fogonazo de la rudimentaria cámara fotográfica que tanto daño hacía a la conservación de los monumentos. Él lo describía así: “Y, mientras avanzamos, los dioses y monstruos que permanecieron casi invisibles al pálido reflejo de las velas o a los humeantes destellos del magnesio, muestran un vigor de contornos y una intensidad de vida que los transforma: se desprende en todo momento de los rostros de los reyes, los perfiles de animales, las máscaras de genios feroces, las figuras de diosas, cuya delicada y esbelta gracia hasta ahora nadie había admirado. Es especialmente en la sala del sarcófago donde se manifiestan las ventajas de la iluminación moderna. Con su ancho, la altura de sus bóvedas, el grosor de sus pilares, ¿quién podría presumir de haberlo abrazado en su totalidad?”