Empordà y Costa Brava, un viaje con sentido

Esta tierra privilegiada, atrapada entre un mar embravecido, un viento épico y un interior con historia, propone una ruta donde el descubrimiento y la sorpresa se disfrutan con los cinco sentidos.

- Josep M. Palau Riberaygua

Doble página anterior: vista de Cadaqués. En esta doble, izquierda: Calella de Palafrugell. Derecha: elbulli1846, calle de Cadaqués y edificio del Casino de la localidad.

La carretera se dirige hacia el mar evitando la línea recta, ondulándose como el paisaje que se precipita en las olas del litoral. El perfume del tomillo y el romero, e incluso el de la genista en temporada, perfuman el aire que un golpe de Tramuntana se encarga de esparcir. Ese mismo viento, indómito a ratos, se pelea con nuestro dron mientras intentamos captar la esencia mediterránea de Cala Montjoi. No solo la Costa Brava, sino sus habitantes y hasta los cultivos del interior, se han adaptado a ese soplido cargado de salobre. Un buen ejemplo es la aceituna argudell, de retrogusto picante y que aguanta en el árbol sin caer como ninguna otra. En la comarca del Empordà, la naturaleza no se contempla, se vive.

Situada en el Parque Natural del Cap de Creus, hasta Cala Montjoi peregrinaban los comensales en lista de espera, y ahora lo hacen estudiantes, cocineros y aficionados en busca de iluminación. Porque aquí es donde se encuentra elBulli1846, el famoso restaurante de Ferran Adrià, reconvertido en museo y centro creativo. El espacio no solo preserva el legado del célebre restaurante y las innovaciones que puso en marcha, sino que invita a la reflexión sobre el acto de cocinar y la creación. Para conseguirlo, la visita transcurre dentro y fuera del recinto, dialogando con un paisaje único solo durante unos meses al año. Así se evita la masificación y se fomenta el poder investigar durante el resto del tiempo.