PAISAJES REALES

Isabel II y Carlos III del Reino Unido son dos caras de la misma moneda. Una heredó el trono muy joven. El otro, en plena Edad de Oro. Ella se sentía en casa con el viento escocés azotando su cara. Él, disfrutando del indiscutible encanto de la campiña inglesa.

- Josep M. Palau Riberaygua

El reciente fallecimiento de la monarca británica ha provocado un verdadero tsunami de publicaciones analizando sus gustos, su significación política, los lugares que conoció durante sus visitas oficiales: todo. No es para menos, ya que no muere una soberana del Reino Unido cada día... más bien parece que esto sucede una vez por siglo. Ahora que su hijo se ha convertido al fin en Carlos III, también llega el momento del escrutinio para él, la comparación inevitable. Hasta las residencias privadas que han llenado su corazón y que, quizá, han definido su carácter, contrastan. En el caso de Isabel, se trata del castillo de Balmoral y la región de Aberdeenshire, al norte de Escocia. En el de Carlos, Tetbury y los Cotswolds, al sur de Inglaterra.

BALMORAL, OTOÑO TODO EL AÑO

Cuando Dios hizo el clima de Escocia, hizo de más. Así reza un dicho popular de las Highlands o Tierras Altas, y no le falta razón, porque aquí habitan los Hijos del Viento del Norte. Su hermosura es letal para los humanos que los contemplan, pero por suerte la mayor parte de las veces solo sabemos de ellos por el rastro helado que dejan. Hasta las vacas de la región se protegen del tiempo variable con un buen manto de pelo y un espeso flequillo sobre los ojos. Con semejante tarjeta de visita, parecería lógico que pocos quisieran explorar las mesetas del norte de Gran Bretaña y, sin embargo, es en el ambiente inestable que muchos encuentran la fascinación de Escocia.