EL DIOS DEL AGUA CELESTE Chaac

Para llamar a la lluvia, los agricultores de la zona maya continúan recurriendo a la divinidad que sus ancestros invocaban.

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LEGADO. Relieves que muestran hombres con cabeza de pájaro y máscaras, en la llamada Casa de las Monjas, en la zona arqueológica de Chichén Itzá.

Apesar de la conquista y coloniza-ción españolas, los descendientes de los antiguos mayas han conser-vado tradiciones religiosas tan im-portantes como el culto a Chaac, el dios de la lluvia. Es así como actualmente en comunidades indígenas, sobre todo de la península de Yucatán, se realizan cada año ceremonias en honor de esa deidad. Su propósito es invocarla para que se manifieste en forma de lluvia, a fin de obtener buenas cosechas en una región caracterizada por la sequía, debida a la escasez de aguas superficiales y precipitación pluvial.

Una de esas ceremonias es la denominada Ch’a cháac (“el llamado a los chaacs”) efectuada hoy día por los campesinos dedicados al cultivo del maíz (milperos) en comunidades como Xocén, en el municipio de Valladolid, Yucatán. Para ellos el ruego de lluvias a la divinidad es el paso inmediato que sigue a la siembra, pues sin el agua proveniente del cielo no puede concluir exitosamente el proceso agrícola. De acuerdo con un testimonio recogido en el lugar por los antropólogos Christian H. Rasmussen y Silvia Terán, “no hay lluvia hasta que Dios sepa que la gente la necesita. Por eso estamos obligados a hacer la ceremonia del Ch’a cháac. Los antiguos, nuestros abuelos, decían que si no lo hacemos, seremos castigados”.