EL ZAPATO FORMAL HA MUERTO

En otro tiempo, el calzado era un indicador del estatus social. Hoy hasta los millonarios llevan chanclas

- Richard Glover

Mi PADRE SOLÍA decir: «A un hombre se le puede juzgar por sus zapatos».

Para él, lo importante era tener un buen par de zapatos y sacarle brillo con regularidad tanto al cuero como a los tacones. Me enseñó que había que escupir sobre el paño de pulir para que el cuero brillara más. Mi madre también se tomaba en serio el calzado. Casi le daba un ataque si veía a alguien con chanclas: para ella, esa persona había renunciado por completo a cualquier pretensión de civilización.

No es casual que en el pasado a los nobles se les describiera como “adinerados”. Y un buen atuendo incluía un par de zapatos decentes. Bien cuidados, se consideraban un importante indicador del estatus social.

Antes, lo de llevar a los niños a probarse los zapatos era también todo un acontecimiento. La madre los arrastraba hasta la tienda para que metieran el pie en algo parecido a un torno. Con las hormas presionando desde todos los lados se calculaba el número exacto. A continuación, los padres y el dependiente elegían un zapato mucho más grande “para que le durase mientras crecía”.