Brutalmente destruidas, brutalmente reconstruidas

EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX, LAS CIUDADES MÁS AFECTADAS POR LA GUERRA RENACIERON DE LA MANO DE LA ARQUITECTURA MODERNA

- Carmen Muñumer

El Museo Memorial de la Paz en Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959).

En The Brutalist, el arquitecto László Toth (Adrien Brody) emigra a EE UU huyendo de las consecuencias de la II Guerra Mundial en Europa. Como muchos de sus coetáneos, seguramente no tuvo otra alternativa. Ahora bien, ¿qué habría pasado si László Toth hubiera decidido no emigrar?

Para empezar, habría tenido que caminar entre las ruinas de ciudades devastadas, como ya hiciera el propio Adrien Brody por la Varsovia de El pianista (Roman Polanski, 2002). Durante las décadas siguientes al conflicto, habría puesto toda su creatividad como arquitecto al servicio de la imperante necesidad de levantar aquellos lugares reducidos a escombros. Ante la escasez de viviendas para alojar a la población superviviente, habría procurado responder de la manera más rápida y económica posible. Así que habría escogido un material de bajo coste que proporcionase rapidez de ejecución y solidez estructural -el hormigón-, prescindiendo de toda ornamentación. Probablemente, habría diseñado bloques de viviendas, incluso áreas residenciales completas, en ese estilo llamado brutalista que da título a la película de Brady Corbet. Una pequeña aclaración: aunque el término pueda conducir a engaño, el brutalismo debe su nombre a la textura del material (en francés, béton brut, hormigón visto) y no al aspecto descarnado de las construcciones que, feliz coincidencia, sí puede resultar brutal.

Adrian Brody pasea por la Varsovia devastada de El pianista (Roman Polanski, 2002).