ACTOS DE RECUPERACIÓN.650 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE GIOVANNI BOCCACCIO

Parte de la complejidad de nuestro comportamiento proviene del hecho de que no somos (todavía) ordenadores andantes, sino que (aún) sabemos innovar, adaptarnos y responder con una independencia que puede (o no) conferir ventajas a largo plazo: «Si queremos conservar la salud», sostiene la joven Elisa en el libro que nos ocupa, «conviene encontrar el modo de organizarnos de tal manera de que a aquello en lo que queremos encontrar deleite y reposo no siga disgusto y escándalo». Cuando se vuelve viral, lo que redactamos se interpreta de maneras que escapan a nuestro control, lo que provoca que la sobreexposición y la autodestrucción nos parezcan una y la misma cosa. Y, sin embargo, pasamos horas redoblando nuestro aislamiento tras la pantalla, tecleando compulsivamente.

- JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA

Como si se tratara de una pertinente meditación sobre el acto de escribir (o del imperdonable error de haber escrito), emergen como dramas de una separación puramente verbal los electrizantes encuentros de los relatos del Decamerón (1351-1353). Pasados seis siglos y medio del fallecimiento de su autor, las criaturas de su entendimiento se siguen aventurando en el anhelo solitario que informa la existencia del creador de la serie, el italiano Giovanni Boccaccio (Florencia, 1313-1375), para continuar explorando nuestras analógicas soledades en un universo en que «el afecto compartido es [sigue siendo] alegría duplicada».

Para todos ellos (al igual que para nosotros) se cumple el adagio de que «el deseo apenas se puede contener; se filtra a través de los rincones más oscuros de nuestras almas». Al proyectar sus inseguridades, estas fábulas premodernas reflejan los dislates de la modernidad: escasas son las descripciones de los escenarios; los interlocutores rechazan cualquier oportunidad de crecer; raudo, líquido e irreal, pasa el tiempo, mientras tanto.

Al releer estos cien cuentos, algunos de ellos novelas cortas por derecho propio, articuladas por, entre otras, Pampinea, Fiammetta, Filomena o Emilia, prevalece la despreocupada confianza de estar homenajeando al amor, la fortuna o la inteligencia en nuestra era de fragmentados mensajes y correspondencias a tiempo parcial, a contracorriente «del corazón, un órgano salvaje e impredecible que nos lleva por caminos que nunca pensamos que recorreríamos».