VOLAR TODAVIA PUEDE SER VOLAR

El escritor Alastair Gordon definió los aeropuertos como “la estructura más revolucionaria del mundo”.

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En su libro Naked Airport, Gordon dice, con una fascinación que combina el entusiasmo infantil con la sabiduría adulta, que “el aeropuerto es a la vez un lugar, un sistema, un artefacto cultural que nos enfrenta tanto a las ventajas como a las frustraciones de la modernidad”.

Recuerdo el inicio de mi propia fascinación con este lugar “donde las cosas no parecen poder permanecer bien ensambladas”, en palabras del arquitecto italiano Paolo Soleri. Debía tener unos cuatro años y mi abuelo materno llegaba de un viaje de trabajo. Era la primera vez que yo ponía pie en un aeropuerto, a mediados de los años 80, y la seguridad extrema a la que todos nos hemos resignado hoy al entrar en una terminal aérea seguramente le hubiera parecido una broma de mal gusto a todas esas personas que, todavía, asistían al espectáculo de ver aterrizar y despegar aviones vistiendo sus mejores galas y sonrisas.