Tierra Colimota

Los caminos soñados en Pedro Páramo: de una nostalgi del mar a la montaña

- Raquel del Castillo

Sospecho que vi a Susana San Juan en una de las esquinas del centro de Comala, allá en Colima; era mediodía. El tiempo suspendido, sin posibilidades de viento o sombra advertidos bajo un estático sol, de ese que hace apresurar el paso. Sé que se cruzó en mi camino: los delirios no vienen a 25 grados centígrados, vi sus ojos de agua marina.

Colima implica paisajes rulfianos. Sucede que locales y visitantes tienen la posibilidad de escribir para sí mismos bellas postales con grandes escenas, situaciones y personajes: perros panzones, el aroma inocente de las flores Alejandro Rangel, el recobrar el oro sobre la piel después de un baño de sol y refrescarse con sorbos de tejuino y un poquito de limón de Armería, necesario para revivir dentro del sueño que por siete días tuve en el “México chiquito” de Nico Mejía.

RUTA DE CAFEÍNA Arriba del Café Bus podrás recorrer en ocho horas fincas cafetaleras, empezando a pie de volcán en Nogueras y La Yerbabuena, seguidos de Comala, la Zona Mágica, Suchitlán, La Nogalera, Cofradía de Suchitlán y Rancho de Agosto.

Si hubiese mucha hambre y prisa por conocer este estado, bastaría un día para hacerlo: bañarse en la playa de Manzanillo, visitar la salinera y el estero en Cuyutlán, conocer la obra de Alejandro Rangel Hidalgo, caminar por las calles empedradas de Comala, ver el atardecer en la plaza de toros de La Petatera y terminar en una cabaña del bosque en la Sierra de Manantlán bajo un cielo estrellado, de esos que ya no se ven mucho.

De tierra efímera