La gran final de Doha

Doha, capital de Catar y antigua aldea de pescadores de perlas, es el gran escaparate de este emirato de Oriente Medio. Una esquina repleta de rascacielos y dunas en sus alrededores, que se adentra en el Golfo Pérsico con un objetivo: triunfar en el préximo Mundial de Futbol.

- Javier Carrion

Si de algo presumen los cataríes de origen beduino que viven en Doha, es de su paseo marítimo, al que llaman La Corniche. De extremo a extremo, es decir, desde el viejo puerto a los emblemáticos hoteles Sheraton y Four Seasons, cubre ocho kilómetros repletos de palmeras, pero cuidado con recorrerlo en verano porque el camino puede parecer más bien una excursión por el desierto. A lo largo de este pasillo no faltan los monumentos más simbólicos, como el nuevo Museo Nacional en el Palacio de Fariq Al Salata o el Museo de Arte Islámico, que guardan los tesoros de la capital, pero el viajero en seguida se siente cautivado por el skyline del nuevo Doha, al norte de la bahía que se puede divisar desde el viejo puerto.

Hay muchos más puntos para fotografiar la línea neoyorquina de rascacielos, llena de oficinas, bancos, centros comerciales y zonas residenciales, pero con apenas gente paseando, lo que le aleja de su referente americano, pero a la hora de disparar la cámara el puesto más recomendable es el que se localiza en el Monumento a la Perla. Esta escultura es lo que queda de la antigua industria que mantuvo al país hasta que en 1949 se descubrieron las reservas de gas y petróleo. La vista de la concha gigante y el skyline es lucida, tanto como la que se disfruta desde los dhows, las embarcaciones tradicionales que bullen por el mar, al caer la tarde con los últimos destellos del sol sobre la bahía.

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