PASITO A PASITO

SEIS AÑOS HA TARDADO BELÉN FUNES EN TRAERNOS LOS TORTUGA: SE IMPONE EL CHISTE MALO, PERO LO QUE IMPORTA ES QUE LA PELÍCULA ES BUENÍSIMA

- POR Philipp Engel

En efecto, ha pasado más de un lustro desde que La hija de un ladrón (2019) significase la Concha de Plata donostiarra para Greta Fernández, y el Goya a la mejor dirección novel para Belén Funes. Pero lo bueno se hace esperar. La película seduce por su manera orgánica de amalgamar muchos temas, como la migración de antaño —los Tortuga, con sus enseres a cuestas— y la globalizada; los problemas del campo y de una ciudad como Barcelona, donde la vivienda ha pasado de derecho a utopía... Todo fluye como un río cristalino guiado por la luz de Elvira Lara, es decir, de Anabel, todo un descubrimiento que tiene mucho de la Belén de ayer, cuando estudiaba en la ESCAC. Otra cosa que llama la atención, para los que hemos seguido el proyecto desde el principio, es que ha pasado de ser una historia de separación a una de duelo. El padre de la protagonista ha muerto por el camino, como si Los Tortuga fuese la secuela de la primera versión del guion.

¿Cómo es que has "matado al padre"?

Ha sido un proceso de escritura súper complicado. Con Marçal Cebrián estuvimos escribiendo durante tres años ininterrumpidamente y al leer las primeras versiones, me dije: "Esto no es lo que quiero escribir". A base de darme hostias conmigo misma, descubrí que quería hacer una película sobre una madre y una hija.

El padre de La hija del ladrón era un truhán, y ahora esto... ¿Problemas paternofiliales?

No, mi padre es muy bueno, aunque le da rabia que, por mis películas, la gente piense que es horrible. Pero me di cuenta de que quería rodar cómo dos personas se enfrentan al duelo y a la ausencia.